Amar por elección es libertad. Amar por necesidad es una prisión disfrazada.
Hay personas que entran en una relación esperando ser completadas, sanadas, colmadas. Pero nadie vino a este mundo con la misión de arreglar lo que aún no hemos resuelto en nosotros mismos. Una relación sana comienza cuando lo otro es compañía, no salvación. Cuando el corazón ha aprendido a valerse por sí mismo y ya no depende del amor para sentirse vivo.
Porque la verdad es dura, pero liberadora: querer no es amar. Y cuando te metes en relaciones para escapar de la soledad, la posibilidad de perderte en la otra persona es enorme.
El problema no es querer a alguien. Es necesitar a alguien para sentirse completo
Todo el mundo quiere sentirse querido, deseado, elegido. Es natural. Pero cuando este deseo se convierte en necesidad, la línea que separa el amor de la dependencia empieza a difuminarse.
Empiezas a aceptar menos de lo que mereces, sólo para no salir perdiendo. Empiezas a callarte ante los abusos mezquinos, sólo para que sigan existiendo. Empiezas a desvanecerte poco a poco, sólo para que te sigan viendo.
Y ahí es cuando la relación deja de ser sana. Porque no estás ahí por amor. Estás ahí por miedo. Miedo de estar solo, de no ser suficiente, de nunca ser elegido de nuevo.
Un corazón herido atrae relaciones heridas
Cuando entramos en una relación arrastrando heridas abiertas, inconscientemente buscamos a alguien que coincida con ese dolor. Alguien que nos resulte familiar. Alguien que llene los mismos vacíos que ya conocemos.
Y eso es peligroso. Porque a veces la necesidad grita tan alto que confunde la presencia con el amor, la atención con el afecto, la rutina con el vínculo.
Pero un corazón necesitado no sabe elegir con claridad. Elige por urgencia. Y los que eligen con urgencia rara vez encuentran la paz.
Las relaciones sanas se basan en el intercambio, no en la satisfacción
Un amor maduro lo construyen dos personas completas. No dos mitades que se completan, sino dos personas que se suman. Que comparten lo que tienen, sin esperar que el otro cargue con lo que les falta.
No hace falta ser perfecto para amar. Pero sí tienes que ser consciente de lo que buscas. Y, sobre todo, de lo que estás dispuesto a dar. Los que aman de verdad no descargan su propio dolor en el regazo de otra persona.
Una relación sana no es un anestésico para la soledad. Es asociación. Apoyo. Pero nunca la salvación.
Un corazón entero sabe estar solo
Antes de relacionarte con alguien, aprende a relacionarte contigo mismo. Conoce tus sombras, abraza tus debilidades, cura tus inseguridades. Porque cuanto más te quieras, menos aceptarás migajas disfrazadas de cariño.
Un corazón íntegro no mendiga atención. No juega a juegos emocionales. No se anula para encajar. Sabe quién es, y por eso sólo se permite vivir lo que tiene sentido.
¿Y sabes qué es lo más hermoso? Cuanto más completo estés, más fácil te resultará reconocer a alguien que también lo esté. Y juntos, no sólo os completaréis, sino que os desbordaréis.
Mereces que te quieran por lo que eres. No por quien pretendes ser
La necesidad tiene un efecto cruel: te hace amoldarte a los deseos de la otra persona, sólo para evitar que te deje. Te hace sonreír cuando quieres llorar, aceptar cuando quieres decir "no", ceder cuando quieres marcharte.
Pero ese tipo de amor cansa. Y tarde o temprano, la verdad sale a la luz. Porque nadie puede sostener un personaje para siempre.
Cuando eres íntegro, te permites ser real. Y los que te quieren de verdad te querrán tal y como eres, con tus líos, tus cicatrices, tus días buenos y malos.
Si no es ligero, no vale la pena
Una relación sana es aquella en la que respiras hondo y sientes alivio, no tensión. Es aquella en la que puedes hablar, discrepar, expresarte... sin miedo. En la que el amor no duele más de lo que cura.
La necesidad acepta cualquier cosa con tal de que parezca amor. Pero todo el corazón es exigente. No quiere promesas bonitas. Quiere presencia real. Quiere complicidad. Quiere verdad.
Y esto sólo puede lograrse cuando ambos se han dado cuenta de que la felicidad no reside en el otro, sino que empieza en el interior.
Está bien no estar preparado ahora
Si te sientes necesitado, herido o inseguro... no pasa nada. El primer paso es reconocerlo. No te juzgues por buscar el amor en los lugares equivocados. Todo el mundo lo ha hecho. Pero llega un momento en que necesitas parar, tomar aire y decir: "Ahora, se trata de mí".
Es hora de mirarte con más amabilidad. De tratarte con el amor que siempre has buscado fuera. De cuidarte como te gustaría que te cuidaran.
Y cuando eso ocurre... cuando tu corazón empieza a sanar... el amor adecuado encuentra espacio para llegar.
Véase también: Tu dolor tiene un propósito: Dios convierte las lágrimas en aprendizaje
21 de mayo de 2025
Con mucha fe y positividad, escribe para Pray and Faith, llevando mensajes y enseñanzas divinas a todo el mundo.