Vivimos en una época en la que todo grita. Los móviles vibran, las notificaciones no paran, el mundo corre... y el alma calla. En medio de tantas voces, estímulos, opiniones y presiones, es natural preguntarse: "¿Cómo oigo la voz de Dios?"

La respuesta no está en fórmulas prefabricadas, sino en algo que puede haberle faltado durante mucho tiempo: silencio interior.
Porque la voz de Dios no compite con el ruido. No grita. Es susurra al corazón.
Y para escucharla, hay que aprender a guardar silencio en el interior, incluso cuando el mundo es ruidoso en el exterior.

¿Sigue hablando Dios?

Sí, y habla todos los días.
Pero no se impone. Dios habla en silencio, con detalles, con sentimientos.
Habla a través de la naturaleza, la Palabra, las personas, las circunstancias e incluso los pensamientos más sutiles.
Pero para escuchar, necesitas estar disponible.

"Habla, Señor, y tu siervo escuchará". - 1 Samuel 3:10

El problema no es que Dios guarde silencio. El problema es que demasiado a menudo no nos detenemos a escuchar.

¿Qué se interpone en nuestra escucha espiritual?

  • Las prisas
  • Ansiedad
  • Demasiadas distracciones
  • La falta de verdadera oración
  • El miedo a escuchar algo que va en contra de nuestra voluntad

Queremos escuchar a Dios, pero no damos tiempo ni espacio. Queremos respuestas instantáneas, señales visibles, confirmaciones claras.
Pero Dios obra a su tiempo, y se revela poco a poco, como un soplo, como una brisa suave.

¿Dónde se esconde la voz de Dios?

No está en las noticias del día, ni en el feed de Instagram.
Está en lugares sencillos, donde pocos miran:

  • En el silencio de la mañana antes de que suene el móvil
  • En una lectura de la Biblia hecha con el corazón abierto
  • En oración sincera, aunque sólo sea una frase
  • En una canción que te toca de otra manera
  • Por consejo de alguien que te quiere de verdad
  • En una respuesta que llega cuando ya te has rendido

Dios habla todo el tiempo. Pero no siempre de la forma que esperamos.
A veces, lo que dice nos interpela. Otras veces, nos tranquiliza.
Pero siempre, siempre dirige.

¿Cómo podemos crear un ambiente interior para escuchar a Dios?

1. Cultivar el silencio

Incluso en un mundo ruidoso, es posible crear momentos de silencio.
Cinco minutos al día. Un rincón propio. Una respiración profunda.
Dios habita en ese espacio interior donde no llega el ruido exterior.

2. Lectura de la Palabra

La Biblia está viva.
A menudo, un pasaje leído sin prisa habla exactamente de lo que estás experimentando.
No leas por obligación. Lee como si buscaras una conversación.

3. Oración con la verdad

No necesitas palabras bonitas. Necesitas sinceridad.
Reza diciendo: "Señor, háblame a tu manera. Ayúdame a entender tu voz".

4. Escribe lo que sientes

A menudo, cuando escribo una oración o me desahogo, las respuestas aparecen entre líneas.
Dios también habla a través de ti.

5. Presta atención a las señales

La voz de Dios puede llegar en un verso repetido, en una frase oída "por casualidad", en algo demasiado repetido para ser una coincidencia.
Abre los ojos de tu alma.

¿Y si no oigo nada?

A veces el silencio de Dios es la respuesta.
Está diciendo: "Confía en mí, incluso sin explicaciones".

No escuches nada ahora no significa abandono.
Significa que actúa de forma diferente.
Y podría estar preparándote para escuchar algo más grande, más profundo, más transformador.

La ausencia de sonido no es ausencia de presencia.

Cuando la voz de Dios es diferente de tu voluntad

Lo que Dios dice no siempre es lo que quieres oír.
Pero siempre es lo que necesitan oír.

La voz de Dios corrige con amor.
Guía con sabiduría.
Comodidad con paz.
Desafío con propósito.

Si lo que has oído:

  • Te acerca a Dios
  • Aporta paz incluso en la incomodidad
  • Confirmar lo que está en la Palabra
  • Te llama a la verdad y al bien

Probablemente, Está hablando contigo.

La diferencia entre las voces externas y la voz de Dios

En medio de tantos consejos, vídeos, textos y opiniones, ¿cómo saber lo que viene de Dios?

  • La voz del mundo confunde. La voz de Dios calma.
  • La voz del miedo paraliza. La voz de Dios anima.
  • La voz del ego inflama. La voz de Dios enseña con humildad.
  • La voz de Dios nunca contradice el amor ni la verdad.

Puede molestar, pero nunca condena.
Puede enfrentar, pero siempre cura.

Dios sigue hablando. Pero, ¿estás escuchando?

Si has llegado hasta aquí, quizá Dios ya te esté llamando.
Un toque suave, un recuerdo, un deseo de volver a conectar.
No lo ignores.

Para. Respira. Silencio.
Y dilo con el corazón abierto:

"Señor, aquí estoy. Háblame a Tu tiempo, a Tu manera. Quiero aprender a escucharte de verdad".

Véase también: Oración de San Jorge para pedir protección

24 de abril de 2025